Rafa Peinado Díaz

Comprensión y tratamiento del dolor

Vivo

¡Cuando estaba cansado, se levantaba!
Cogía su bastón y se asomaba a través de sus lentes, las
ventanas de su casa, para contemplar la vieja calle empedrada.

La Vida es un pasaje secreto con bancos de madera y árboles.
Pasaje antiguo entre muros de Iglesias y ruinas vacías donde
descansa el tiempo litúrgico.
En los balcones cuelgan las prendas del día a día como banderas
que enarbolan la Vida.
Los gatos se cuelan por los tejados de las casas, por los tejados
de los cubos de basura, otros se quedan afuera sentados en los
bancos o jugando con el tiempo y el espacio en las ramas del
olivo centenario.
Ni las casas, ni los bancos, ni el olivo, ni los gatos, esperan a
nadie.

Él, desde lo alto de su torre, y otros como él sentados en sus
viejas sillas a las puertas de sus casas, se convierten en los
guardianes y en los valedores de lo Vivo y del Amor, el único
elemento inmortal en los mortales.

Cuando llueve los bancos se quedan deshabitados, pero no a solas.
La soledad es no poder estar a solas ante Dios, ante uno mismo.
Al mismo tiempo que regresa la lluvia, y todo se queda desértico,
se iluminan las farolas, y regresan los niños. ¡Es como un
milagro!, sus sombras al jugar sobre los muros de la Vieja
Catedral son el mismo Cristo resucitado, Vivo.

Todo esta vivo en aquella calle. Pues nadie puede dejar de ser nunca ni niño, ni Hijo.

Corren los niños como corre el agua de la lluvia.
Saltan, brincan, resbalan y se golpean. Es en ese respingar
cuando aprenden que el dolor cuando forma parte del momento
presente, cuando esta vivo, no es un problema, solo cuando uno
se para a pensar, solo cuando se transforma en una idea, en un
pensamiento, cuando deja de estar vivo, surge la enfermedad.
Así grita el grito de los niños en el callejón secreto;
¡Que el Sol y la Luna Vivan!
¡Que la Vida llegue hasta lo alto del Sol y de la Luna!
¡Que el nacimiento conozca la muerte y la muerte conozca el
nacimiento!
¡Que la muerte y el nacimiento Vivan!
Esta todo vivo, ¡Es un Dios Vivo!

Él, a sus 83 años, al otro lado del cristal, ya no pretende nada,
pues pretender es síntoma de dos cosas; de ceguera y de olvido.

Coge su bastón, hecho de la misma madera con que se hicieron aquellos
bancos del viejo callejón y recuerda que:

Quien pueda Ver a través de ese viejo callejón está Vivo para siempre,
Como diría cualquier niño “PORQUE YO LO SÉ”

PD.: A mi padre

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